Argentina nació católica
- Padre Brown
- 9 jul 2020
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La fórmula del juramento solemne de los diputados del Congreso de Tucumán de 1816 decía así:
¿Juráis a Dios Nuestro Señor y prometéis a la Patria conservar y defender la Religión Católica, Apostólica Romana?¿Juráis a Dios Nuestro Señor y prometéis a la Patria defender el territorio de las Provincias Unidas, promoviendo todos los medios importantes a conservar su integridad contra toda invasión enemiga? ¿Juráis a Dios Nuestro Señor y prometéis a la Patria desempeñar fiel y legalmente los demás deberes anejos al cargo de diputado al soberano Congreso para el que habéis sido nombrado? Si así lo hiciereis, Dios os ayude; y si no, os lo demande.”
Luego fueron a la iglesia de San Francisco y se celebró la Misa del Espíritu Santo para implorar a Dios acierto en sus deliberaciones.
De los veintinueve diputados que firmaron el Acta de la Independencia, once eran sacerdotes: Manuel Antonio de Acevedo; José Eusebio Colombres; Pedro Ignacio de Castro Barros; Antonio Sáenz, Fray Cayetano Rodríguez; Pedro José Miguel Aráoz, José Ignacio Thames; Pedro León Gallo, Pedro Francisco Uriarte; Fray Justo de Santa María de Oro, y José Andrés Pacheco de Melo.….todas calles de Buenos Aires y alguna de San Isidro, que la inmensa mayoría no asocia con sacerdotes.
Otro diputado, Mariano Sánchez de Loria, se ordenó sacerdote en 1817 cuando murió su esposa. Mientras que otros clérigos se incorporaron al Congreso con posterioridad a julio de 1816, tal el caso de Felipe Antonio de Iriarte, Diego Estanislao de Zavaleta, Domingo Victorio de Achega, Luis José de Chorroarín, Gregorio Funes y José Benito Lascano. Otro clérigo que marcó su presencia en el Congreso, no como diputado sino como prosecretario de la Asamblea, fue el presbítero tucumano José Agustín Molina. En total 19 sacerdotes.
Dice Nicolás Avellaneda que “fue el Congreso más católico de la historia”. “Fueron curas de aldeas los que declararon a la faz del mundo la independencia argentina, pero eran hombres ilustrados y rectos. No habían leído a Mably y a Rousseau, a Voltaire y a los enciclopedistas; no eran sectarios de la Revolución Francesa, y esto mismo hace más propio y meditado su acto sublime.”
Poco después de instalado el Congreso, se dictó un indulto general para pacificar el país, excluyendo del mismo los delitos de fabricación de moneda falsa, hurto, homicidio y (textualmente) “contra la Religión Santa que profesamos”. El 9 de julio todas las autoridades civiles, militares y eclesiásticas presentes juraron la Independencia “por Dios Nuestro Señor y esta señal de cruz. Al día siguiente fueron a la Misa de Acción de Gracias en San Francisco donde predicó el padre Castro Barros.
El Congreso de Tucumán solicitó a la Santa Sede que proclamara a Santa Rosa de Lima patrona de la independencia de América. En su proyecto constitucional, sostiene, en el artículo primero: “La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la religión del Estado: el gobierno le debe la más eficaz protección, y los habitantes del territorio todo respeto, cualesquiera que sean sus opiniones privadas.” El artículo 2º declaraba: “La infracción del artículo anterior será mirada como una violación de las leyes fundamentales del país.” Nicolás Avellaneda dirá más tarde que había sido el Congreso más católico de la historia.
Pero el talante católico de este Congreso no satisfizo a los grupos jacobinos de los porteños, de tal manera que durante bastante tiempo el gobierno, dominado por ellos, se mostró remiso en conmemorar el acontecimiento. Nueve años después lo dispuso el gobernador Juan Manuel de Rosas: “En lo sucesivo, el día 9 de julio será reputado como festivo de ambos preceptos –es decir, el de no trabajar y el de la Santa Misa ‑, del mismo modo que el 25 de mayo; y se celebrará en aquel, Misa Solemne con Te Deum, en acción de gracias a Dios por los favores que nos ha dispensado en el sostén y defensa de nuestra independencia política; en la que pontificará, siempre que fuese posible, el muy reverendo obispo diocesano, pronunciándose también un sermón análogo a este memorable día.”
Hoy suena hasta curioso, por decir lo menos, que en aquel tiempo no se pudiera separar lo patrio de lo católico y las fiestas nacionales de los preceptos de la Iglesia. De hecho, hasta el 1853, el 9 de julio era fiesta de precepto, con obligación para los fieles porteños de escuchar Misa, lo mismo que el 25 de Mayo y también el 12 de Agosto, aniversario de la reconquista de la ciudad de Buenos Aires en 1806. Tiene razón el gran historiador Padre Cayetano Bruno en su obra titulada: “Argentina nació católica”.
Para coronar esta realidad, el 9 de julio es el día en que se celebra la fiesta de la Virgen Santísima en su advocación de Nuestra Señora de Itatí. Su imagen fue encontrada sobre una punta de piedra blanca (eso significa “Itatí”), en el curso del Alto Paraná, cerca del puerto de Santa Ana, donde estaban las reducciones franciscanas del Yaguarí desde 1528. La imagen fue llevada a Santa Ana dos veces, pero volvió milagrosamente al lugar donde había aparecido, y entonces se trasladó la reducción a ese lugar. Fray Luis de Bolaños bautizó la nueva población en 1615 como Pueblo de Indios de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatí. Imploremos la ayuda y protección de la Virgen para nuestra Patria que nació católica.
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