Por nuestro propio camino
- Emilio Komar
- 7 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 17 sept 2020

Cuando el hombre se detiene en su crecimiento, se descuida a sí mismo y los hechos lo superan vertiginosamente, en general no lo advierte. Lo mismo sucede con grupos, sociedades, escuelas y movimientos. Hace falta un acontecimiento extraordinario, un conflicto o una crisis para tomar consciencia del retraso. En esta revelación hay algo que rompe las paredes de la rutina como un mazazo, algo que no se tiene que los otros sí poseen, algo que no se puede y para los otros es posible. Ello hace ver dolorosamente la insuficiencia y falta de crecimiento, concentra la atención y empuja a la reacción.
En esa situación generalmente cometemos un gran error. Estar al corriente de las cosas se convierte para nosotros en el imperativo de poseer algo igual o mejor que los demás.
Buscamos hacer lo mismo que los otros y si no exactamente lo mismo, al menos algo equivalente. De esta manera no aceleramos nuestro crecimiento, no avanzamos en nuestro camino sino que en cierto modo descarrilamos. De lo nuestro pasamos a otra cosa, a lo ajeno. La continuidad se interrumpe peligrosamente, el atraso interior se torna más inquietante.
De ser posible mostraríamos muy didácticamente ante el público –como los profesores muestran los enfermos a sus alumnos, en las clínicas- personas que durante años estuvieron al corriente de lo que sucedía, participaron de todos los momentos importantes y sin embargo en ellas no se encuentra una huella de formación personal. Cuando nos enfrentamos a esos casos, con una desnudez clínica a uno se le pasan las ganas de seguir engañándose. La frecuente sucesión de adaptaciones al transcurrir, pueden significar para el crecimiento personal algo completamente contrario: la inconsistencia interna y el vacío.
Quien corre detrás de los sucesos, ya está atrasado. Lo importante es ubicarse en el centro de los hechos. Que ellos ocurran en nosotros y para nosotros.
Al zapatero no le duele el no estar al corriente sobre lo que sucede en la herrería y si llega a estarlo, con eso no resolvió el problema por el cual realmente sufre. En los momentos de crisis no nos duele tanto el adelanto ajeno como nuestro propio atraso. El adelanto ajeno sin embargo es realmente adelanto si es un paso más en su propia vida. Muchas veces no lo es.
Entonces parece que el crecimiento se pudiera independizar ontológicamente. No se busca el desarrollo de una determinada persona sino adelanto en sí mismo. Algo parecido a lo que sucede con el confort. El confort está sujeto a las necesidades naturales, como invitación y premio a ellas. Sin estas necesidades, el confort no es nada.
Sin embargo parece que el hombre moderno tratara de apropiarse del confort en sí mismo y lo aísla químicamente para uso general, desvinculándolo de las necesidades naturales. Lo mismo ocurre en la relación causa y efecto. El efecto es fruto de la causa.
Una causa débil tiene un efecto débil, una causa fuerte un efecto fuerte. Sin embargo nos gustaría hallar alguna técnica para aislar el efecto de la causa que lo produce. Que por ejemplo los rasgos de políticos mediocres tengan un fuerte efecto.
Tal crecimiento no es nuestro ni de ellos. No incluye el crecimiento interno, ni el nuestro ni el ajeno. Semejante progreso internamente nos aleja y enajena de nuestra esencia. El mero valor social generalmente nos despersonifica. No necesariamente lo que es convencionalmente aceptado contiene un verdadero crecimiento que signifique algún paso adelante en cualquier sentido.
En momentos de crisis personal, cuando nos damos cuenta del atraso, es necesario investigar prolijamente nuestra actitud interna y externa. El verdadero progreso es posible sólo por nuestro propio camino, en la dirección de la potencialidad, de la fuerza de nuestra esencia, en la línea de nuestra profesión y misión."
Emilio Komar, "La salida del letargo", Bs. As., Sabiduría Cristiana, 2014, p. 96-97
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