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Mal se puede amar a la Patria si no se la conoce

  • La Cumbrera
  • 25 may 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 7 jul 2020


Condición esencial para poder amar algo, es conocerlo. A la Patria mal se la puede amar si no se la conoce; y se amará recortadamente si se tiene una idea recortada de ella.


La Patria no es un hecho voluntario ni su ser deriva de la convención, ni sus caracteres del consentimiento o del capricho de los hombres. Es un hecho de la naturaleza, de la historia y del espíritu. Es un hecho político, geográfico, emocional, cultural y económico. La Patria no se elige, se recibe, no se la crea, se la continúa, no se la inventa, se la admite. Como la familia, la sangre y el nombre.

El amor por la patria es o supone el amor al pasado. Porque el elemento vivo de la patria es la Tradición, aquello que fue, que se hizo y que se transmite.


No debemos ignorar nuestro origen y nuestro destino. Nuestra identidad está ligada a nuestra fe, como lo dejaron bien claro los hombres que hicieron la llamada «revolución de Mayo». En la proclama inicial de la Junta de mayo, fechada en Buenos Aires el 26 de mayo de 1810, y que lleva las firmas de todos los miembros de la Junta, incluida la del Secretario Mariano Moreno (el menos piadoso de todos) dice: «Fijad [en el sentido de «asegurad»], pues, vuestra confianza y aseguraos de nuestras intenciones. [A saber:] un deseo eficaz, un celo activo y una contracción viva y asidua a proveer por todos los medios posibles la conservación de nuestra Religión Santa» 2. Por eso, no respeta a la Patria quien traiciona las intenciones de quienes la fundaron; y estas intenciones, aunque hayan tenido defectos, fueron católicas.

Aunque estén muy relacionados, no deben confundirse la patria y la forma de gobierno por la cual aquélla se rige en algún momento de su historia. Por eso los deberes u obligaciones son diversos para con una y con otra. La Patria no se sostiene por los votos, sino por una voluntad de ser, y no en los partidos politicos.


Asi, nuestro origen implica misión, y misión quiere decir «vocación divina». Señala Santo Tomás que, cuando Dios destina a una persona a una misión, le da todas las gracias que ella necesita para realizarla 8 . Consecuentemente, las gracias para cumplir nuestra misión histórica, no han de faltarnos, mientras nos dispongamos para recibirlas con fidelidad.


Para resucitar un pueblo postrado no hacen falta muchas personas; este tipo de «cosas grandes» es, como la historia lo demuestra, tarea de pocos. Aunque las masas apostaten, huyan cobardemente, o se paralicen ante la catástrofe, basta un par de Atanasios, Franciscos, Ignacios, Leones, o, llegado el caso, un Julio César.


Transcribimos una de las más lúcidas expresiones de este pensamiento, que es, precisamente, la de un grande de nuestra patria, Carlos Sacheri: «Lo que interesa no es el número sino la calidad. El combate de la historia es un eterno combate entre dos ínfimas minorías que se pelean a muerte, frente a la imbécil contemplación de las infinitas mayorías (…). Las instituciones viven de muy pocas personas. Ése es el error del socialismo, que no ve la importancia del individuo y siempre va a la cosa estructural, institucional. Todas las instituciones tienen hombres de carne y hueso; y pocos hombres de carne y hueso bastan para animarlas. Eso es muy importante, porque nos alienta, nos debe dar una esperanza real. Para una obra de restauración no hace falta mucha gente, no es necesario que la juventud argentina grite: ¡Viva Cristo Rey!, ojalá llegue el día en que suceda. Pero eso se va a dar el día que haya minorías, mínimas, con pocos recursos,pero con una gran decisión de combate, con una gran esperanza de lucha y con una gran doctrina. Si no tenemos formación, ¿qué vamos a ser? Vamos a ser liberales»9 .


Fórmese entonces y forme a los que sean su entorno.

Referencias:

2 El texto facsimiliar puede verse en la Biblioteca de Mayo, XVIII, junto a la p.16.138. Cf. C. Bruno, La Iglesia en Argentina, Buenos Aires 1993, 373.

8 Cf. Suma Teológica, III, 27,5 ad 1.

9 Citado por H. Hernández, “Sacheri. Predicar y morir por la Argentina”, Bs. As. 2007, 45-46.

Permitida su reproducción citando a La Cumbrera.

 
 
 

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