Un escudo en esta guerra
- Lucía Jeretina
- 1 abr 2020
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 9 jun 2020

Pareciera que estamos viviendo una película apocalíptica, el mundo frenado, casi apagado, todos en sus casas encerrados, cual cárcel domiciliaria. Se ha sembrado una paranoia gigante, en donde nuestro protagonista principal consiste en un invisible, microscópico, pero al mismo tiempo, letal virus COVID 19. Día tras día, se oyen más noticias sobre el número de infectados, que van multiplicándose de manera exponencial, siendo una problemática que abarca al mundo entero por igual. No distingue ni fronteros ni coronas, se esparce sin freno ni descanso.
Los médicos ya no dan abasto, colapsados por la cantidad de pacientes por atender y cuidar, con tan pocos recursos, extenuados por el pobre descanso que logran tras largas horas de servicio. Las fuerzas armadas haciendo todo lo posible en preparar improvisados hospitales para atender a los grandes números de infectados que se espera aparecerán en los próximos días. Científicos, biólogos moleculares, bacteriólogos, trabajando incansablemente en búsqueda de la vacuna que traiga la solución para contener esta pandemia y paliar sus efectos nocivos.
Es una situación que nos desconcierta a todos. El hombre moderno, tan seguro en el refugio de su propia autosuficiencia, orgulloso de los grandes progresos que ha logrado, que piensa que no hay límites para su desarrollo, queda anonadado y temeroso ante la enfermedad que lo supera, y hasta puede cobrarle la vida.
No es de sorprender esto. Quien a Dios tiene nada le falta, pero a quien le falta Dios, ¿qué tiene? ¿Cuál es su seguridad? En cambio, para el que cree el Señor, Dios Todopoderoso, es su refugio, su seguridad, con El no hemos de temer ningún mal, pues ‘Todo es para bien, de los que aman al Señor’, y ni los más pequeños ni los más débiles están solos e indefensos. Nada es imposible para Dios.
Este contexto que objetivamente es desolador, puede ser una ocasión perfecta para volver nuestra mirada a Dios, para encontrarse cara a cara con El. Es momento de que abandonemos nuestra falsa seguridad en las cosas terrenales y le confiemos todo a Aquel que nos amo hasta dar la vida por nosotros. Es momento de que vivamos esta cuaresma como un tiempo de verdadera conversión, volviendo a Dios con un corazón arrepentido y entregado a Su santa voluntad.
Es verdaderamente terrible este tiempo de enfermedad, sufrimiento y muerte, y por eso más que nunca debemos estar unidos a Nuestro Señor Jesucristo; Cargar junto a En la cruz en el calvario, hasta la muerte, y muerte de Cruz. Porque por medio de la Santa Cruz podremos un día llegar, junto a Él, al Reino de los cielos.
Hemos de ser conscientes que en esta guerra no estamos solos. El Señor esta siempre con nosotros, junto con los ángeles y los santos, que claman junto con nosotros, siendo todos una misma Iglesia. Pero también el enemigo está acechando. Satanás intenta incansablemente destruir los cuerpos y perder las almas. Por eso hemos de vestirnos con las armaduras de Dios y gritar al enemigo: ¡Detente!
Detente
El detente o Salvaguardia del Sagrado Corazón es una devoción particular que ha sido utilizada por los católicos a lo largo de la historia de la iglesia para luchar contra epidemias, guerras, catástrofes. Consiste en un pequeño emblema que se lleva sobre el pecho, con la imagen del sagrado corazón. Es propio de quien ama llevar consigo un signo de su amado, así el "detente" es signo de nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús y de nuestra confianza en su protección contra las acechanzas del maligno. Le decimos "detente", en nombre de Jesús, al demonio y a toda maldad.
“Tened en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el suyo” (Flp.2,5).
¿De dónde proviene la devoción?
Su origen se remonta a una aparición de nuestro señor Jesucristo a Santa Margarita María Alacoque. Como lo atestigua una carta dirigida por ella a la Madre Saumaise el 2 de Marzo de 1686 en la que le dice: “Él (Jesús) desea que usted mande a hacer unas placas de cobre con la imagen de su Sagrado Corazón para que todos aquellos que quisieran ofrecerle un homenaje las pongan en sus casas, y unas pequeñas para llevarlas puestas.” (Vida y Obras, vol. II, p.306, nota). Ella misma llevaba una sobre su pecho, debajo del hábito e invitaba a sus novicias a hacer lo mismo. Hizo muchas de estas imágenes y recomendaba que su uso era muy agradable al Sagrado Corazón.
El detente y la plaga de Marsellas
Fue especialmente en el año 1720, durante una terrible plaga en Marsellas, Francia (Cf. Hamon, op.cit., vol. III, p. 431) que este “detente” , o como se le llamó “Salvaguardia,” se difundió entre todos los fieles. Consistía en un pedazo de tela blanca en la cual la imagen del Sagrado Corazón era bordada, con la leyenda “Oh Corazón de Jesús, abismo de amor y misericordia, en ti confío” (Las palabras: “Detente, el Corazón de Jesús está aquí” corresponden a un período posterior. Hamon, ibid.,Nota).
La forma que hoy tiene el detente fue dada por la Venerable Ana Magdalena Rémuzat, a quien el Señor le había dejado saber de antemano el daño que iba a causar la plaga y también el maravilloso auxilio que la ciudad encontraría en la devoción a Su Sagrado Corazón. Ella hizo, con la ayuda de sus hermanas en religión, miles de estos emblemas y los repartieron por toda la ciudad y alrededores. La historia nos relata que poco después la plaga cesó. (Cf. Hamon, op. cit., vol III, p.425; Beringer, op. cit., vol I, n. 953, p. 520).
El uso del detente se extendió grandemente, especialmente desde el 1866, durante los estragos producidos por la epidemia del cólera de Amiens, Roubaix, Cairo y otras partes. Su influencia beneficiosa se hizo evidente. Después de la guerra Franco-Alemana los “Salvaguardia” probaron ser en mas de una ocasión, un escudo que protegió a muchos soldados franceses de las balas enemigas. (Cf. Messager du Coeur de Jésus, vol. XIX, p. 180).
El “Detente” fue usado en México por los Cristeros, que se levantaron en armas contra el gobierno anticristiano entre 1926-1929 y llevaba la leyenda “Detente, enemigo malo, el Corazón de Jesús está conmigo”, y también se pertrecharon con el Detente los católicos cubanos que combatieron el régimen castrista, ya que tenían especial devoción al Sagrado Corazón de Jesús y utilizaron un Detente que decía: “Detente, bala enemiga, que el Corazón de Jesús está conmigo”.
INDULGENCIA
El Papa Pío IX le concedió en el año 1872, una indulgencia de 100 días una vez al día a todos los fieles que usaran alrededor de sus cuellos este emblema piadoso y rezaran un Padre Nuestro, Ave María y Gloria. (Preces et pia opera, n. 219).
En un breve de fecha 20 de Junio de 1873 encontramos la respuesta a dos preguntas en referencia al Detente:
1. Como no es un escapulario en el sentido estricto de la palabra, sino mas bien un escudo o emblema del Sagrado Corazón, las reglas generales para el escapulario propiamente llamado, no son aplicable a él. Así que no necesita ni una bendición especial, ni una ceremonia o inscripción. Es suficiente con usarlo para que cuelgue en el cuello.
2. La leyenda “Detente, el Corazón de Jesús está aquí” no es requerido. (Beringer, op. cit., n. 953; Preces et pia opera, n. 219.)
Milagro ocurrido con el detente
Era el año de 1870, tiempo de pruebas y lágrimas para el pontificado del Papa Pio IX. Se cuenta que una señora romana, después de consagrar al Sagrado Corazón y a la Santísima Virgen a su hijo que partía para la guerra, al darle su bendición le entregó un «Detente» que ella misma dibujo sobre un pedazo de paño rojo diciéndole: Él te devolverá sano y salvo a mi cariño. El joven asistió a reñidísimos combates, las balas silbaban a su alrededor, ya están muertos las tres primeras filas, sus compañeros de derecha e izquierda habían caído; una bala llegó también a su pecho donde tenía el «Detente» y allí se detuvo. Minutos después un refuerzo de tropas llegó a asegurar la victoria y el hijo volvió a abrazar a su madre, quien contó lo ocurrido al Santo Padre el Papa.
La madre, contó lo ocurrido al Santo Padre.
El Papa concedió aprobación definitiva a tal devoción y dijo: “Esto, señora, es una inspiración del Cielo.” Y, después añadió:
Voy a bendecir este Corazón, y quiero que todos aquellos que fueren hechos según este modelo reciban esta misma bendición, sin que sea necesario que algún otro sacerdote la renueve. Además, quiero que Satanás de modo alguno pueda causar daño a aquellos que lleven consigo el Escudo, símbolo del Corazón adorable de Jesús.”
Luego el mismo Papa Pío IX dictó la siguiente oración:
Abridme, oh Buen Jesús, las puertas de Vuestro Sagrado Corazón, unidme a Él para siempre. Que todas las respiraciones y palpitaciones de mi pobre corazón, aún cuando esté durmiendo, os sirvan de testimonio de mi amor y os digan sin cesar: Señor, os amo. Recibid el poco bien que yo hago, y dadme vuestra santa gracia para reparar todo el mal que he hecho. Para que os ame en el tiempo y os alabe por toda la eternidad. Amén.” Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío (repetir tres veces esta última jaculatoria).
Al recitar la jaculatoria del “Detente”, renegamos de las obras del mundo, del demonio y de la carne, al tiempo que es una forma de solicitar la protección de Aquél que ha amado sin escatimar nada por conseguir el amor de los hombres (Palabras literales de Nuestro Señor a Santa Margarita de Alacoque).
¿Qué mejor manera de recordar el Amor del Sacratísimo Corazón que llevando sobre nuestro pecho un “Detente”? Ya decía el gran Pío XII sobre la devoción al Sagrado Corazón que se considera, en la práctica, como “la más completa profesión de la religión cristiana” (Encíclica Haurietis Aquas, 15. V. 1956).
Por lo tanto, llevar el «Detente» del Sagrado Corazón y llevarlo con amor y fe, es lo mismo que si lleváramos un escudo contra toda clase de peligros. Procuremos que los enfermos, niños, jóvenes, ancianos y todo el mundo lleven encima un «Detente», en la cartera o debajo de la almohada (en el caso de enfermos). Si es un «Detente» escapulario, debe ser impuesto. Algunos militares se los imponen ellos mismos para siempre.
“No es Dios la causa de nuestros males. No ha venido por Él, Él es el remedio”.
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