Donde no hay obediencia, no hay virtud
- 16 mar 2020
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Actualizado: 8 jun 2020

“No permitáis que vosotros mismos seáis engañados por las taimadas declaraciones de aquellos que persistentemente claman que desean estar con la Iglesia, amar a la Iglesia, luchar para que la gente no salga de ella… sino juzgarlo por sus obras. Si ellos desprecian a los pastores de la Iglesia [obispos y sacerdotes] e incluso al Papa, si intentan por todos los medios evadir su autoridad para eludir sus directivas y juicios… entonces, ¿de qué Iglesia hablan esos hombres? Ciertamente no de la establecida sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, con Jesucristo mismo como la piedra angular” (Ef 2,20)
Papa San Pío X, discurso del 10 de mayo de 1909.
Quien está en desobediencia hace un esfuerzo enorme por aparentar que es bueno.
Todos están convencidos de que el desobediente es un santo pero hay algo que no encaja. El desobediente generalmente aparece en un “aura” increíble de misticismo y de espiritualidad y de religiosidad que es falsa.
Uno encuentra que la desobediencia es soberbia… Satanás fue el primer desobediente.
La desobediencia más amarga se descubre cuando se vuelve a la obediencia.
“También éstos, dejándose llevar de sus delirios, manchan su carne, menosprecian la autoridad y blasfeman de las dignidades. El arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo contendiendo sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir un juicio de blasfemia, sino que dijo: “Que el Señor te reprenda.”
Pero éstos blasfeman de cuanto ignoran; y aun en lo que naturalmente, como brutos irracionales, conocen, en eso mismo se corrompen.
Ay de ellos, que han seguido la senda de Caín y se dejaron seducir del error de Balam por la recompensa y perecieron en la rebelión de Coré[1]!
Estos son murmuradores, querellosos, que viven según sus pasiones, cuya boca habla con soberbia, que por interés fingen admirar a las personas.
Estos son los que fomentan las discordias; hombres animales, sin espíritu.’
Pero vosotros, carísimos, edificándoos por vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la vida eterna.
Cuanto a aquéllos, a unos reprendedlos, pues que todavía vacilan; a otros salvadlos, arrancándolos del fuego; de los otros compadeceos con temor, execrando hasta la túnica contaminada por su carne.’
Judas 1, 8-23.
“Donde no hay obediencia, no hay virtud; donde no hay virtud, no hay bondad; donde no hay bondad, no hay amor; donde no hay amor, no hay Dios; y sin Dios NO HAY PARAÍSO". San Pío de Pietrelcina
Si hubo un santo que supo sufrir injusticias en obediencia ese fue el Santo Padre Pío. Supo obedecer con paciencia y fe en Dios una suspensión injusta, rechazó todo acto de rebeldía y desobediencia al Papa para su propia defensa, ese fue el Santo Padre Pío de Pietrelcina.
Santa Clara de Asís – El pan y la cruz
En una de las visitas del Papa al Convento, dándose las doce del día, Santa Clara invita a comer al Santo Padre pero el Papa no accedió. Entonces ella le pide que por favor bendiga los panes para que queden de recuerdo, pero el Papa respondió: "quiero que seas tú la que bendigas estos panes".
Santa Clara le dice que sería como un irrespeto muy grande de su parte hacer eso delante del Vicario de Cristo.
El Papa, entonces, le ordena bajo el voto de obediencia que haga la señal de la Cruz. Ella bendijo los panes haciéndole la señal de la Cruz y al instante quedó la Cruz impresa sobre todos los panes.
El demonio, quien puede disfrazarse de todas las virtudes y coronarse con todo del depósito de la fe, promover el incienso y los cantos gregorianos, pero que nunca jamás puede someterse, nunca jamás imitará la obediencia: «¡Non serviam!» (Jer 2, 20)
Nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica. (Denzinger-Hünermann 1351. Concilio de Florencia, Decreto para los Jacobitas, 4 de febrero de 1442)
Cree fuertemente y no dudes en absoluto que cualquier hereje o cismático, bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, si no estuviera congregado en la Iglesia Católica, de ningún modo puede salvarse, por mayores las limosnas que haga, y incluso si derrama su sangre por el nombre de Cristo. Pues, todo hombre que no permanece en la unidad de la Iglesia, ni por ser bautizado, ni por copiosa que sea su limosna, ni por soportar la muerte por el nombre de Cristo, puede alcanzar la salvación cuando persiste en aquella perversidad, sea herética o cismática, que lleva a la muerte. (San Fulgencio de Ruspe, De regula fidei ad Petrum, c.39, n.80 – ML 65, 704)
¿Consideran que Cristo está con ellos cuando se reúnen, aquellos que lo hacen fuera de la Iglesia de Cristo? Estos hombres, aunque fuesen muertos en confesión del Nombre, su mancha no será lavada ni siquiera con la sangre vertida: el pecado grande e inexpiable de la discordia no se purga ni con suplicios.
No puede lograr el Reino quien abandonó Aquélla que debe reinar. Cristo nos dio la paz. Él nos mandó ser concordes e unidos, ordenó conservar los lazos de amor y de la caridad incólumes e intactos... (San Cipriano de Cartago, De la unidad de la Iglesia, p. II, n.14 – ML 4, 510-511)
Oremus pro haereticis, et schismaticis: ut Deus et Dominus noster eruat eos ab erroribus universis: et ad sanctam matrem Ecclesiam catholicam, atque apostolicam revocare dignetur.
(Oremos por los herejes y cismáticos: para que Dios Señor Nuestro los saque de todos sus errores: y se digne volverlos a la santa madre Iglesia Católica y Apostólica).
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