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El peligro del «magisterio» paralelo

  • Mons. Fernando Arêas
  • 28 oct 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 8 jun 2020


El Magisterio de la Iglesia, la Iglesia docente, está formado por el Papa y los obispos en comunión con él. Los simples sacerdotes y seglares pertenecen a la Iglesia discente y no son parte del Magisterio de la Iglesia.

En tiempos de crisis, siempre existe el peligro de recurrir a la dirección de los seglares como orientadores de la ortodoxia, apartándose del Magisterio vivo de la Iglesia, con el pretexto de que el Magisterio de la Iglesia habría fallado. Sobre este tema, Don Antônio de Castro Mayer advertía:

«Constituye una subversión herética, por desconfianza de la jerarquía, el seguir habitualmente a alguien que no sea miembro de la jerarquía como portavoz y árbitro de la ortodoxia».

Esta advertencia coincide exactamente con las enseñanzas del Papa Pío XII:

«No sin un motivo grave hemos querido daros, Venerables Hermanos, estas advertencias. Desgraciadamente, sucede que algunos profesores no dan importancia a la unidad con el Magisterio vivo de la Iglesia […] Recientemente, ha surgido en algunos lugares y ha comenzado a extenderse lo que se ha llamado una teología laica y hemos visto nacer una categoría de teólogos laicos que se declaran autónomos. Esta teología imparte cursos, imprime escritos y dispone de círculos, cátedras y profesores. Constituyen un magisterio a parte y se oponen en cierto modo al Magisterio público de la Iglesia […]. Contra estas ideas, debemos mantener que nunca hubo, que no hay y que nunca habrá en la Iglesia un magisterio legítimo de los laicos que haya sido sustraído por Dios a la autoridad, la guía y la vigilancia del Magisterio sagrado; es más, el propio rechazo a someterse proporciona un argumento convincente y un criterio seguro: los laicos que hablan y actúan de esta manera no están guiados por el Espíritu de Dios y de Cristo» (Alocución a los cardenales y obispos, 31-V-1954).

Por lo tanto, según hemos explicado, Jesús instituyó un Magisterio vivo y guías vivos para nuestras almas. Una guía vivo aplica los principios eternos a las circunstancias actuales. Interpreta las leyes y principios, aplicándolos a cada ocasión.

Así, San Pablo, sin dejar de defender el principio proclamado en el Concilio de Jerusalén, el cual había abolido la circuncisión (Hch 15,1-29; 1Cor 7,18. 24) y al resistirse por esta razón San Pedro (Gal 2,11 -14), aconsejó a Timoteo que se circuncidara. Es más, él mismo circuncidó a Timoteo, «en consideración a los Judíos» (Hch 16,3). Los mismos principios, pero circunstancias diferentes. Así juzgó y actuó San Pablo, Apóstol y guía vivo. Alguien con mal espíritu podría querer enfrentar a San Pablo contra el propio San Pablo, acusándolo de oportunismo. San Gregorio, sin embargo, elogia la discreción de San Pablo:

«Generalmente, la virtud se pierde cuando actúa indiscretamente y se conserva cuando actúa discretamente» (Moralia, libro 28, cap. VI).

San Juan Crisóstomo, explicando el caso de la decisión de San Pablo de hacer que Timoteo se circuncidara, atribuye tantas conversiones (que se describen en el versículo 5 del mismo capítulo) a los esfuerzos de San Pablo por lograr la concordia (Cornelius a Lapide, comentario a ese pasaje).

Aunque no lo hiciera ejerciendo la infalibilidad, San Pío X autorizó el uso de la medalla para sustituir al escapulario carmelita de lana. No sería propio de buen espíritu católico citar en su contra a San Simón Stock o al Papa Juan XXII, que recibieron las apariciones de Nuestra Señora, hablando sólo del escapulario de lana [1].

Otro ejemplo es la sugerencia del Papa Juan Pablo II de añadir al rosario los misterios luminosos, como enriquecimiento de la meditación, completando así la vida de Jesucristo.

Del mismo modo, no sería propio de buen espíritu católico, por ejemplo, citar únicamente a los Papas anteriores, como si fueran el Papa actual. O solo a los obispos anteriores, como si fueran el obispo actual. Sería una negación del Magisterio vivo y el establecimiento de un Magisterio póstumo, al estilo protestante.

[1] Algo similar ocurrió cuando, según consta, un Papa posterior pidió que se evitase la expresión utilizada por San Pío X de «Virgen Sacerdote», para no provocar equívocos. No sería propio de buen sentido católico contestar a ese Papa citando a San Pío X.

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