Ser católico sin ser católico
- Bruno M
- 14 sept 2021
- 2 Min. de lectura

(Espada de doble filo) Hoy he traducido los siguientes breves párrafos de un interesante blog norteamericano, con el simpático nombre de Catholic Coffee Drinkers, escrito por Jordan Lichens. El autor, un converso del Protestantismo al agnosticismo y de éste al Catolicismo, nos cuenta su impresión al hacerse católico y comprobar la extraña actitud que muchos católicos tienen hacia la Iglesia. Estamos tan acostumbrados a lo que nos cuenta Lichens que ya casi no nos llama la atención y, probablemente, necesitamos verlo con ojos nuevos, como los de un converso, para darnos cuenta de la extraña situación en la que vivimos.
Al entrar en la Iglesia, hace más de cuatro años, frecuentemente me quedaba mudo por la impresión de conocer a tantos católicos de toda la vida que odiaban a la Iglesia Católica, simplemente por actuar como Iglesia Católica. Para mí, un Protestante convertido en agnóstico, no tenía sentido que alguien siguiera siendo católico mientras pedía que la Iglesia Católica abandonase su catolicidad y comenzase a parecerse a la Iglesia Unitaria de la esquina.
Al preguntarles qué es lo que querían que fuese el Catolicismo, la respuesta solía ser: “Una Iglesia que atraiga a más gente”. A este respecto, Carl Orson señaló con mucha razón en su blog que, realmente, lo que estaban diciendo era “que me atraiga más a mí".
De hecho, sin embargo, muchos occidentales seguimos defendiendo la existencia de un Dios personal que no dependa de las preferencias personales. La Iglesia podría perder parte de su atractivo para las masas, pero eso es algo a lo que la Iglesia ya está acostumbrada. Estoy más que seguro de que a San Ignacio de Antioquía le preocupaba poco la opinión pública mientras era arrastrado hacia Roma para ser devorado por los leones y creo que a muchos cristianos no les afectó demasiado su falta de popularidad en el Coliseo.
La mentalidad moderna define una buena religión según el número de asistentes que consigue atraer y según lo bien que consigue que se sientan esos asistentes. Los números, sin embargo, no tienen nada que ver con la validez de una religión, ni tampoco con las ideas. Lo único que importa es si es verdadera y con esta regla medimos todo el universo de las ideas.
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