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Logias secretas o un pobre bicharraco

  • Nacho Gallo Ingrao
  • 4 sept 2020
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 17 sept 2020


Por Nacho Gallo Ingrao


Un maestro muy querido, en mis épocas de profesorado, solía decir que la visión de lo real dependía de las anteojeras que utilizáramos. Y como el hombre carga con una miopía intelectiva fruto del pecado original, ninguna anteojera humana le serviría para ver adecuadamente. Todo lo cuál, si quisiera ver algo en su justa medida y proporción, debería contemplarlo a través de los anteojos de la fe y la razón.

Me parece oportuno decir entonces, que ya sea que estemos en tiempos de corona virus, o en tiempos ordinarios, urge considerar utilizar las lentes que hace añares fueron recetadas por el Médico de almas y cuerpos.


No sé a ciencia cierta de dónde proviene el covid-19. No sé si fue orquestado por un grupejo de logias secretas o proviene de un pobre bicharraco al que el populacho ha intentado culpar. Lo que sí sé, como verdad imperturbable, es que Dios así lo quiso. Y eso me basta.

Su Divina Providencia que todo lo gobierna y que nuestras pobres inteligencias humanas, ataviadas de miedos y confabulaciones nos impiden contemplar adecuadamente, manda a decirnos que "Dios así lo quiso". Y todo lo que Dios quiere es para mayor bien del hombre y mayor gloria de Dios.


Si dejáramos por un instante los complots y las intrigas, los análisis políticos y económicos, y todo lo que atañe al mundanal inteligir y sentir, podríamos quizá darnos cuenta que estamos en casa, sanos...con nuestras familias.

Cuántos cristianos a estas horas preocupados por nimiedades cuando se les ha concedido gustar por un tiempo de la vida hogareña, cosa que de ordinario no pueden hacer.

Un hecho histórico, único, catastrófico, que nos obliga a repensar necesariamente la vida y la muerte, a rezar en familia por los enfermos y fallecidos, a sanar las heridas, a pedir perdón por nuestros pecados...

Y sin embargo lo desperdiciamos preocupándonos por cosas que solo Dios sabe a la perfección y no escapan a sus designios.

Si tanto nos preocupa, roguemos de rodillas al Señor, compungidos hasta los huesos por el fin de esta pandemia y el perdón de nuestras atrocidades (por más veniales que sean). Acerquémonos arrepentidos al Maestro que nos reprende con amor.

Ojalá... Ojalá podamos escuchar hoy su Voz, sin endurecer el corazón, como en Meribá, como el día de Masá en el desierto, cuando nuestros padres lo pusieron a prueba y dudaron de Él aunque habían visto Sus obras.

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