top of page

Desenvainar la espada

  • Foto del escritor: La Cumbrera
    La Cumbrera
  • 5 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 19 ago 2021


No lo dijo Sócrates, Santo Tomás, San Agustín, Chesterton o Tolkien. Lo dijo Dios: “El malvado se muestra atrevido, pero el que es recto afianza su camino”, y hoy, debemos luchar por el niño. Tiempo de desenvainar, pero también, de afianzar y reconquistar aquello que nunca se debió perder: el derecho a la vida.


Estos días, para cualquiera que tenga sentido común y noble corazón, han sido vividos con un clima aterrador, angustiante y temeroso dentro de uno mismo. Han aceptado, treinta y ocho personas, la muerte de indefensos para derramar sangre inocente. Ha sido aprobado en Argentina el aborto.


Hemos hablado y sido la voz de los que defendemos. Hemos suplicado y rogado a Dios, la Virgen y los Santos por los niños aun no nacidos. Hemos hecho ayuno, sacrificios y ofrecido todo cuanto pudimos por el niño en el vientre. Hemos salido a la calle, hemos viajado hasta el lugar en el que se debatía si debían o no nacer los niños. Hemos sido laboriosos y orantes; pero nada de esto gana tanto mérito como el logro que conquistamos: Trabajar para los ojos de Dios. “Los ojos del Señor están en todas partes, vigilando a los malos y a los buenos”. Priorizamos un elogio Celestial a un aplauso terrenal, y eso no hay dinero que valga, pues no tiene precio amigos.


Nos surge la pregunta: ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo podemos continuar?


Dejemos obrar a Dios que para mejor será diría San Faustino Míguez. No escapa nada a la divina y bendita Providencia. Es un error creer que los senadores se saldrán con la suya y también pensar que han quedado como los héroes que apoyan y acuerdan con la “salud pública”.


¿Pierden los niños? Sí, no se les da la oportunidad de entrar en la aventura suprema que relata Chesterton. ¿Pierden los senadores? Hasta que no se arrepientan, sí, e incluso, más que los niños.


Podemos confiar en un futuro santo de niños inocentes, como aquellos que mandó a matar el rey Herodes; pero también debemos entender un futuro, aunque nos duela, trágico para estos tiernos pequeñitos siendo asesinados. Solo Dios sabe y su misericordia es infinita.


¿Y los senadores? Tendrán su castigo. No me animo ni me compete hablar de lo que les pasará a ellos ni a los niños. Pero Dios no permita que suene la trompeta del Cielo sin antes haberse arrepentido estas personas de haber aprobado este crimen abominable y algunas otras de haberlo llevado a la práctica.


Algo que quiero y me surge, es invitarlos a nuestro deber. Luchar y rezar, ora et labora. Nunca hasta ahora, se nos pidió tanto desenvainar nuestra espada y escudarnos frente al maligno.


El dragón verde, el Malo, ha arrasado; pero como en los buenos cuentos de hadas, el Cielo es celeste desde la Eternidad, los buenos acaban ganando porque han sido creados por Aquel que es tanto misericordia infinita como justicia. No hay tormenta que tape la belleza celestial. El que lucha contra corriente y es fuego que enciende otros fuegos, forjará en su interior una grandísima fe que le bastará, una esperanza que convivirá en su corazón hasta el Juicio delante del Señor, y finalmente, una caridad que contagiará vivaz y fervientemente, y que podrá encarnar en actos y palabras, una profunda humildad. “Pasa la tormenta, y ya no existe el malvado, pero el justo tiene cimientos eternos”.


Preparemos, alistemos, equipemos y salgamos. Se ha tocado fondo, se ha pedido con insistencia que maten a niños inocentes y lo han logrado. Quizás nos toque doble labor, cuidar a la mujer y el niño, pero el cristiano sabe de sacrificios y de cruces. No por nada lo último que nos mostró Nuestro Señor Jesucristo, fue una muerte de Cruz.


“Se equipa el caballo para el día del combate, pero la victoria pertenece al Señor”

コメント


bottom of page