A 32 años: La caída del Muro de Berlín y el declive de la Guerra Fría
- David San Román - CES Centro de Estudios Salta
- 10 nov 2021
- 5 Min. de lectura

Alemania, sin excusas por su pasado se hizo cargo de su presente y construyó su futuro.
“Es la URSS la que marcha contra la corriente de la historia por
denegar la libertad y la dignidad humana a sus ciudadanos.”
Ronald Reagan, United States President 1981-1989
Se cumplen 32 años del glorioso 9 de noviembre de 1989, día en que la tiranía dictatorial del Este se doblegó ante el estoico pueblo alemán luego de cuatro décadas de haberlo sometido. La caída del Muro de Berlín marcó el final de la Guerra Fría, el enfrentamiento que había mantenido en vilo al globo desde los años 50 debido al choque ideológico-cultural entre Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Éstas dos eran las principales potencias militares que habían ganado la II Guerra Mundial y que, ahora enfrentadas, tenían en sus manos los arsenales QBN, los recientemente desarrollados elementos químicos-bacteriológicos-nucleares. La teoría de la Mútua Destrucción Asegurada, conceptualizada por la eminencia científica John Vonn Neumann, declaraba lo siguiente: si el enfrentamiento pasaba de la competencia cultural hacia una disputa armamentista, ambos enemigos y tal vez el planeta entero, se verían completamente destruidos. Esa fue la piedra angular que desvió el curso de esta nueva guerra mundial, obligó a la disuasión de las armas y derivó el conflicto en una Guerra Fría sin escalar en mayores desastres.
Ahora bien, mientras el enfrentamiento se mantenía latente pero contenido en el hemisferio norte, sí levantaba temperatura en el hemisferio sur. A partir de los años 50, Sudamérica, África y el sudeste asiático vivieron guerras no convencionales impuestas por organizaciones paramilitares que se desprendían del avance comunista encabezado por la URSS. Los grupos guerrilleros no respetaban ni la Convención de Ginebra ni ninguna otra normativa internacional sobre la guerra o Derechos Humanos.
Para desarrollarse se asentaban en selvas y luego atacaban en medio de pueblos y ciudades en pleno marco civil.
Las dos Alemanias
La victoria de los Aliados frente a los países del Eje dio fin a la II Guerra Mundial en 1945. Como saldo, además de sepultar el régimen nacionalsocialista de Hitler, Europa quedó en ruinas y particularmente Alemania estaba destruida. Para recuperarla, durante las conferencias de Yalta y Postdam, Iósif Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt, reemplazado tras su muerte por Harry Truman, acordaron dividir el territorio alemán en cuatro zonas de ocupación y asignarlas, según la posición geográfica, a cada uno de los países que integraban el frente de los Aliados. El Oeste quedó administrado por el Reino Unido, Francia y Estados Unidos, mientras que el Este por la Unión Soviética. La capital germana, Berlín, estaba emplazada como isla en medio del territorio asignado a la URSS y tomó una división similar a la del país.
Económicamente, los países con la porción del Occidente tenían un régimen capitalista mientras que la URSS en el oriente mantenía uno socialista. En un principio las cuatro zonas funcionaron de manera independiente, con el correr del tiempo las administraciones capitalistas comenzaron a tenderse lazos entre sí a fin de cooperar para la recuperación económica y la unión política buscando la reunificación alemana. Las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y la URSS no prosperaban al punto que, en junio de 1948, las autoridades soviéticas bloquearon los accesos al Berlín Occidental aislándolo geográficamente y limitándolo de recursos.
En mayo de 1949 el bloque capitalista firmó La Ley Fundamental, de carácter constitucional, que dió lugar a la creación de la República Federal Alemana (RFA) cuya capital sería Bonn. El nuevo estado iba a regirse mediante una democracia parlamentaria funcional, bajo forma federal y sistema económico de capitalismo. Por otro lado, en octubre del mismo año se fundó la República Democrática de Alemania (RDA). Durante toda su existencia estuvo gobernada por el Partido Socialista Unificado de Alemania, nacido de la coalición del Partido Socialdemócrata de Alemania con el Partido Comunista de Alemania. Imperaba un régimen totalitario socialista.
El Muro de Berlín y la frontera interalemana
La división alemana no fue solo en el estrato político, sino que se transversalizó y partió en dos al territorio, pueblos, la sociedad completa y familias enteras. La recuperación y el crecimiento en la República Federal occidental no se hizo esperar contrastando fuertemente con el lerdo sistema marxista de la República Democrática oriental. Quienes habitaban en el letargo comunista veían el progreso del mundo civilizado por lo que comenzaron a emigrar hacia el occidente. La reacción por parte del gobierno oriental fue limitar los pasos fronterizos en una primera instancia y, en una segunda, avanzar con límites físicos que impidieran el escape de los ciudadanos hacia la esperanza.
El 13 de agosto de 1961 Berlín amaneció cercado por alambrado y controles militares a lo largo de todo su perímetro. La frontera interalemana también se vio coartada por la dictadura socialista soviética.
Fue el inicio de la construcción del Muro de Berlín. La metáfora de Churchill “una cortina de hierro se ha abatido sobre el continente" se materializaba extendiéndose por 165 kilómetros y, sumándose con la frontera entre Alemanias, superaban los 1.400 kms de cerco a las libertades de un país que ya llevaba casi medio siglo viviendo entremedio de guerras y penurias.
Renacer de las cenizas
El último medio siglo alemán observado en retrospectiva y a la distancia debería ser tomado como un experimento empírico a fin de establecer evidencias en base a los resultados de ambas formas de gobierno. Las dos Alemanias partieron desde un mismo punto de inicio y, tras treinta años, llegaron a situaciones finales con diferencias abismales.
En occidente, un sistema capitalista abierto al mundo y regido por una democracia parlamentaria federal permitió el desarrollo integral de la sociedad. Por otro lado, en oriente, un gobierno totalitario cerró fronteras por medio de la fuerza, una dictadura socialista coartó las libertades humanas de un pueblo y lo llevó sin escala a la pobreza generalizada.
Es interesante analizar la forma en que el socialismo se vende, Alemania del Este llevaba en su nombre la frase "República Democrática". Los términos nunca se respetaron, siempre gobernó un partido único y dictatorial. Quienes integran esos tipos de gobiernos, compran a pueblos enteros con la ayuda de prensa funcional, a través de discursos orwellianos de manual.
En Argentina, quienes más se alegran y festejan la llegada de una elección son los políticos y los candidatos que se presentan. Felices la llaman la fiesta de la democracia aduciendo que el pueblo puede elegir. Salvando las distancias, me hacen acordar al mentiroso nombre de la República Democrática Alemana.
Justifican esa alegría alegando que ya no dependemos de golpes y gobiernos militares que tuvieron lugar en la Argentina del siglo pasado, poniéndolos como chivos expiatorios y responsabilizándolos de cuanto mal existe hoy todavía. La mala noticia que les doy, es que hace prácticamente 38 años que en Argentina gobierna la política bajo una "Democracia". Hace 30 años que Alemania salió de las cenizas después de 8 décadas de guerras terminales, se recuperó de una división completa y hoy está dentro de los 5 países más desarrollados.
La grandeza del pueblo alemán y su dirigencia radica en que: sin excusas de pasado, se hicieron cargo de su presente y construyeron el futuro. Fueron capaces de cicatrizar la muralla de hierro y sobre ella planificar y llevar a cabo el desarrollo. Estoy seguro de que un ingrediente fundamental de su receta de renacimiento fue el de reconocer la historia tal cual fue, en línea de tiempo, sin distorsiones de revisionismo histórico ni ideologías de por medio, tomando lo bueno y condenando lo malo.
Alemania demostró en 30 años la ineficacia del socialismo, la ineficiencia de la intervención estatal, las ventajas de abrirse al mundo, que la existencia de verdadera república es mejor que un partido único, que hablar y hacer propaganda de democracia no es ejercerla.
También demostró que 30 años es tiempo suficiente para establecer las bases y lograr un país desarrollado. Así como el pueblo alemán pudo voltear el Muro de la Vergüenza, el pueblo argentino debe voltear la Dirigencia de la Vergüenza. Los políticos y la justicia deben dejar de invocar fantasmas del pasado y hacerse cargo del desastre institucional, cultural, social y económico al que nos sometieron en estos últimos 38 años.
David San Román
CES Centro de Estudios Salta
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